domingo, 14 de enero de 2024

Deísmos y teísmos

Detengámonos en la diferencia entre deísmo y teísmo, algo tal vez desconocido para la mayoría de los mortales. La definición técnica nos dice que, al menos a priori, los deístas, creen por supuesto en la existencia e incluso naturaleza de Dios, pero rechazan los rasgos tradicionales de la religión monoteísta: tradición, rito, revelación… Es decir, la creencia en la divinidad vendría a estar originada más en la creencia personal, incluso al parecer derivada de 'la razón', que en otra cosa. Además, los deístas, y esto parece una cuestión importante, no creen que Dios intervenga en los asuntos humanos; sí piensan que creó el mundo, pero luego se olvidó de nosotros. El deísmo tuvo su auge durante la Ilustración, algo que se explica como una evolución natural de la creencia  religiosa tradicional (es decir, el teísmo), ya que se dejaba a un lado lo más delirante de la misma: esa alteración de las leyes física que llaman milagros, la infabilidad de la Biblia o la Santísima Trinidad. El deísmo, casi, casi, es una suerte de panteísmo, de tal manera que se identifica la divinidad con las leyes naturales. No es casualidad que muchos consideraran el deísmo y el panteísmo como una simple antesala del ateísmo, incluso identificándolo abiertamente con el librepensamiento, lo que ocurre es que muy probablemente no todos podían llamarla en su momento de ese modo o se hubiera organizado una buena. Puede verse el deísmo, a nivel histórico, también como un apartamiento del poder de la Iglesia, ya que se rechaza la religión organizada, pero sin que existiera la valentía y honestidad, por parte de nuevos dirigentes, de poner en cuestión de forma radical la creencia religiosa. No es casualidad que el poder político, el Estado, sustituyera al poder religioso hasta el punto que uno, terrenal, tiene su origen en el otro, sobrenatural, recogiendo sus rasgos y provocando, igualmente, la subordinación de los mortales.

El deísmo, en origen, se asoció al librepensamiento, al rechazo a todo dogma y una suerte de religión natural (que no deja de ser una simple y mera racionalización de la creencia religiosa). Para ser justos, hay que reconocer los esfuerzos de tantos deístas para, efectivamente, apartar lo más delirante y rígido de la creencia religiosa tradicional. Sin embargo, era y es mucho más interesante hablar abiertamente de ateísmo, libre de toda atadura metafísica y totalmente apartado de toda forma de fatalismo, algo que parece consustancial a todo tipo de creencia religiosa, se presente como se presente. Además, da la sensación de que el ateísmo, con su denuncia radical del dogmatismo, su defensa innegociable del librepensamiento y su, la mayor parte de las veces al menos, denuncia de todo subordinación a una autoridad superior, ha sido apartado y censurado. Algo que llega hasta el día de hoy, de tal manera que los ateos son señalado como dogmáticos y radicales (en el peor sentido de extremista e irracional, que habitualmente se da al término)

El teísmo es, simple y llanamente en mi opinión, la creencia en un único Dios, personal, creador y también regidor del mundo. ¿Son la mayor parte de los creyentes teístas o deístas? Difícil es saberlo. Es cierto que la Iglesia, como gran institución del monoteísmo, va perdiendo fieles. Es difícil, a estas alturas, tragarse todos los preceptos, dogmas y ritos presentes en el maremágnum católico, y se nota en las estadísticas cuando las personas viven en un contexto razonable de libertad de pensamiento. Sin embargo, y aunque hay tantos que aseguran que "creen en algo", pero no son "practicantes", es posible que sea una cuestión de matices. Por un lado, un razonamiento obvio, es que un Dios interventor sería una especie de déspota caprichoso que juega arbitrariamente con la vida de los seres humanos. Por otro, y a pesar de que es posible que muchos "creyentes" lo sean simplemente por la esperanza en "otra vida", da la sensación de que hay cierto deseo de una instancia superior rija y ordene el ámbito humano. El deísta, aparentemente lejos de todo dogma religioso, tolerante y abierto a otras religiones (lo cual no deja de ser abierto a "otros dogmas"), acaba creyendo en delirios como el karma o en una suerte de leyes naturales trascendentes. Lo dicho, abandonarse a alguna suerte de fatalismo. Lo llamemos ateísmo, o como queramos llamarlo, estamos hablando de una negación radical de un plano trascendente a los asuntos humanos. Incluso, aunque se presente en su forma secularizada.

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