lunes, 13 de junio de 2016

A vueltas con la pseudociencia

Como ya sabrán los que tengan la osadía de seguir este pertinaz blog, uno de sus principales protagonistas (o, mejor dicho, antagonistas) es la llamada "seudociencia" (creemos que es el calificativo más apropiado para aquello que no posee verificación científica, más sencilla no puede ser la cosa a priori). Nuestra postura al respecto es clara, aunque no rígida (las acusaciones de dogmatismo científico no nos deben hacen perder el horizonte), y seremos sinceros afirmando que nuestra reiterada, y seguramente cansina, posición crítica está precedida por el agobio y el estupor ante la oleada de toda suerte de imposturas intelectuales, medicinas alternativas, teorías de tres al cuarto (tantas veces disfrazadas de ciencia) y, en suma, charlatanería más o menos hábil. A pesar de las numerosas discusiones que solemos tener al respecto (somos, al menos, tan pertinaces en nuestro escepticismo crítico como los defensores de según qué cosas), no nos parece que sea en absoluto un tema menor y
no está demás insistir en que, además de factores más o menos comprensibles que conducen a ciertas prácticas, no está demás insistir en la formación científica de las personas y en una racionalidad más amplia. Una cosa es que critiquemos la subordinación a la ciencia y su utilización por la clase dirigente, y otra que se dé entrada a la credulidad y a la irracionalidad, detrás de la cuales no deja de estar algún otro tipo de mediadores (aunque, no pocas veces, se presenten con intenciones humanistas). Estos mediadores suelen aludir a algún tipo de conocimiento oscuro que escapa al común de los mortales, el "gran" argumento a favor suele ser ese "hay cosas que tú no comprendes", tan irritante como carente de peso como su equivalente religioso como es "hay cosas que trascienden a pobre mortales como tú".

Ya hemos insistido con asiduidad también en señalar que no se trata de revelar la ignorancia de nadie, hay factores diversos que conducen a las personas a confiar en ciertas prácticas, y seguro que hay muchos casos en los que la intención de los defensores de las pseudociencias es buena. Sin embargo, como somos entusiastas defensores de la racionalidad y de la ciencia, y a nuestro modo de ver las cosas la manera de otorgarle un horizonte más amplio es vinculándolas a la moralidad y a la solidaridad, no dando entrada a lo que solo podemos calificar de irracionalidad. Muchas cabezas pensantes dirán que lo que defendemos no deja de ser algo tan demodé como el proyecto racionalista ilustrado, que los pensadores de la posmodernidad señalan como autoritario (el Absoluto está, supuestamente, detrás de ese discurso). Naturalmente, nuestra postura libertaria es antagónica a cualquier dominación y defensora de la pluralidad, por lo que pisamos un terreno delicado, aunque la mencionada asociación entre razón, ciencia y valores humanos es una excelente propuesta. Toda actitud previa a una postura, creo que debería estar precedida de las preguntas elementales: ¿cuál es el significado de eso?, ¿cómo es posible probar esa afirmación?, ¿puede medirse o cuantificarse ese fenómeno?, ¿pueden ponerse ejemplos precisos y concretos?, ¿quién es el beneficiario de este discurso o esta práctica?
Los principios filosóficos de la Ilustración pueden reducirse al objetivismo, el naturalismo y el materialismo, valores que podemos revisar y ser muy críticos con ellos, estudiando su instrumentalización por las clases dominantes (al igual que hicieron anteriormente con el idealismo o el subjetivismo), pero de ninguna manera perder el horizonte y entrar en el terreno del "todo vale" fundamentado en el presunto fracaso histórico de cierto pensamiento. Una de los rasgos del tiempo que vivimos es la falta de reflexión intelectual, por lo que seguiremos insistiendo en una ciudadanía cultivada y crítica capaz de hacer frente a las creencias tradicionales, pero también a las nuevas credulidades. Hace poco, un médico amigo mío, a propósito de ciertas terapias altenativas no legitimadas, concluía que ciencia solo hay una (es decir, la episteme, la metodología científica es la que es). Otra cosa es la especulación filosófica acerca de la verdad, tan del gusto también por los pensadores posmodernos. Criticar una supuesta concepción de la verdad con mayúsculas (propia de los poderes religiosos y políticos) no es negar los fundamentos de una verdad adecuada a cierta realidad (en alguna ocasión, hemos manifestado nuestro interés por esa corriente filosófica llamada pragmatismo). Defender la ciencia no es negar la pluralidad ni los valores humanos, sino buscar un terreno común, seguir confiando en el conocimiento (y aquí podemos buscar puentes entre filosofía y ciencia) como herramienta emancipatoria.

La idea propuesta es, claro está, poner en tela de juicio toda creencia no legitimada con pruebas en aras de otorgar mayor eficacia y valor a la vida. El método científico solo puede estar avalado por una cosmovisión materialista, realista, racionalista, empirista y sistémica, guste o no a sus detractores. Naturalmente, los defensores de la visión científica solo pueden aceptar que hay problemas no resueltos, que su campo se expande continuamente, y lo que hay son buenas prácticas en condiciones favorables y en un adecuado entorno. Delimitar lo que es ciencia de lo que no lo es no es una tarea definitiva para los que no poseemos una gran formación al respecto, pero al menos el escepticismo debe estar guiado por la cosmovisión científica antes aludida (nociones que pueden claramente ser comprensibles por cualquiera). Discernir lo que es el objeto auténtico de lo que son remedos fraudulentos es una tarea complicada, requiere de conocimiento previo que no está al alcance de todo el mundo, pero al menos no abrir la puerta a cualquier otra manipulación. Y somos consciente del uso forzado de cierta terminología como "verdad" u "objeto auténtico", pero el método científico no debe dejar de estar, según nuestro criterio, en permanente tensión con las ideas antiautoritarias.

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