sábado, 5 de abril de 2014

¿Natural versus químico?

Tratamos de señalar en la entrada de hoy la falsa oposición entre químico, malo, y lo natural (o ecológico), bueno; pensamos sinceramente que no hay que realizar tal simplista asociación. Posiblemente, el antagonismo más aproximado sería entre lo natural y lo sintético, y tampoco podemos decir de forma obvia que uno u otro sea necesariamente bueno o malo.

Con frecuencia, hemos escuchado esa oposición entre lo "natural" y lo "químico" con la habitual apología de lo primero frente a lo segundo en aras de llevar una vida sana. No debería hacer falta aclarar que se trata de un antagonismo totalmente falso llevado hasta la exacerbación por nuestros amigos los practicantes de remedios "alternativos". La química no es algo artificial y peligroso, muy al contrario, se encuentra en todas partes. El profesor James Kennedy lo ha explicado muy bien mediante una serie de carteles en los que muestra como productos naturales perfectamente saludables están compuestos de mucha química.
Veamos las palabras del propio Kennedy (que, esperamos, no esté a sueldo de las multinacionales):
Quería erosionar el miedo que muchas personas tienen a los ‘químicos’, y demostrar que la naturaleza hace evolucionar compuestos, mecanismos y estructuras mucho más complicados e impredecibles que cualquier cosa que podamos producir en el laboratorio”.
La química ha sufrido de una imagen negativa en los últimos años. Los pesticidas, los venenos, las drogas y los explosivos parecen dominar la percepción que tiene el público de la química, mientras que las otras ciencias son vistas bajo una luz mucho más positiva. Esto se debe principalmente a que la química carece de un profesor público carismático como David Attenborough o Brian Cox, que actualmente inspiran a los alumnos a entrar en la biología y la física, respectivamente. La química sólo tiene a Walter White, de Breaking Bad, y le ha hecho mucho daño al ramo.
Estos carteles pretenden mostrar que la química no es artificial y peligrosa, sino que es natural y está en todas partes. La química de los objetos divertidos, amables y cotidianos como los plátanos es más complicada y más fascinante que la de, digamos, una bomba. 
Para este tipo de aversión a los productos químicos, que ya hemos visto que también son perfectamente naturales, se ha acuñado el término quimiofobia (es un neologismo no aceptado por la Rae, lo hemos comprobado; nosotros somos así en el uso del castellano). No estamos tampoco muy de acuerdo con la popularización de estos vocablos, que más bien parecen estigmatizar y convertir en una patología lo que puede ser perfectamente explicable en términos simplemente más lógicos: tiene el ser humano cierta querencia por los discursos tranquilizadores y, además, unos sesgos cognitivos de aquí te espero.
En los últimos años, existen muchas corrientes críticas con la industrialización, y no dejamos de darles la razón en muchos casos. Sin embargo, esa razonable crítica a algunos aspectos industriales deshumanizados y agresivos con el medio ambiente, por la obvia búsqueda de beneficio de un capitalismo que nos trae demasiadas crisis de todo tipo, no debe llevarnos al delirio conspiranoico. Es decir, el hecho de que estemos algo indefensos frente a la industria alimentaria no supone que exista una gran conspiración para envenenar a la población mediante la utilización de tóxicos en los alimentos. Por otra parte, el que queramos cambiar el sistema no debería hacernos caer en la la creencia en supuestas arcadias felices del pasado, en una supuesta era en la que humanidad vivía más saludablemente en contacto con la naturaleza (esto no solo suena algo ridículo de entrada, sino que no hay evidencia alguna al respecto); hay que mirar al futuro aprendiendo del pasado, no quedándonos prendados con una falsa idealización. Espero que lo hayamos dejado claro, huyendo de la polarización de una u otra posición extrema e irracional: cuestionable querencia por "lo natural" versus acrítica aceptación de lo industrial.

Volvamos al asunto de la falaz oposición entre química y naturaleza. No parece tenerse en cuenta que gran parte de las sustancias nocivas tienen un origen totalmente natural; las plantas que recogemos en el campo tienen multitud de compuestos que desconocemos y no sabemos tampoco en qué proporción se encuentran. En cuanto a los alimentos, por muy ecológicos que nos los quieran presentar, tienen igualmente cientos de compuestos sobre los que sabemos más bien poco; como se insiste, el metabolismo de cualquier célula es de gran complejidad y no todos los compuestos están caracterizados. El problema es que, efectivamente, tenemos una gran desinformación y nos mostramos indefensos frente a tanto mercader (de lo oficial y de lo alternativo); el remedio frente a ello no es creer en teorías simplistas que nos tranquilicen mediante alguna suerte de placebo (aunque, en esta ocasión, cuestionablemente inocuo), sino la permanente búsqueda de conocimiento veraz y de evidencia científica.
El problema de buscar causas cuestionables en los numerosos problemas presentes en la sociedad (patologías de todo tipo y muchos otros, que podemos extender a lo social) es que tendemos a elaborar una red alarmista que desinforma aún más y evitamos buscar las causas reales..

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